El campo estaba repleto de
jóvenes vestidos de negro, con remeras de la banda, algunos con máscaras. Para muchos,
quizás para la mayoría, era la primera vez que verían a Slipknot en vivo, y la
ansiedad se reflejaba en las caras, en las conversaciones; hacía un frío terrible
pero a nadie parecía importarle demasiado: nada era importante más que ver a esos
monstruos del metal.
Eran las 21:45 del sábado cuando se hizo
visible el telón rojo con el logo de la banda, iluminado con luces violetas. Sonaba
Iron Maiden y la espera de 15 minutos se hacía eterna. Nos preguntábamos la
hora cada segundos, hasta que sonó Runnin' With The Devil de Van Halen y empezaron
los primeros gritos. Los que veníamos siguiendo la gira en videos ya sabíamos
lo que seguía: esa canción es la intro de cada show de la gira Prepare For Hell,
y esta no fue la excepción. Con el telón aún cerrado, comenzó a sonar XIX, esa
balada que suena musicalmente algo triste y líricamente positiva a la vez, y que
resulta perfecta para dar inicio a un show que después no pararía un segundo.
El telón se abrió y los nueve
músicos se posicionaron en el escenario. Como era de esperarse, con la
aparición de Corey Taylor el estadio estalló en gritos y el inmediato riff de Sarcastrophe
desató una serie de pogos, rondas y avalanchas que no tendrían descanso en toda
la noche. Ahí estaba Slipknot, tras 10 años de espera y se hacían notar.
El siguiente tema fue el clásico
de Iowa, The Heretic Anthem, con el que algunos ya empezábamos a perder la voz
entre los gritos y la emoción. Y como si eso hubiera sido poco, sin descanso
arrancó Psychosocial, de All Hope Is Gone, una de las más coreadas, porque
somos así: los argentinos coreamos todo, las intros y los solos, y este tema
tiene la intro perfecta para la ocasión. Estoy convencida de que más de uno
soñó, como yo, escuchar ese tema en vivo para acompañar la intro con nuestros
cantitos característicos. Y, como no podía ser de otra manera, explotó.
Corey al frente del grupo y con
su voz en un gran momento, era acompañado por Mick Thomson y Jim Root en
guitarras, Sid Wilson en turntablism, Craig Jones en sampler, teclados y
sintetizador, Alessandro Venturella en bajo, Shawn Crahan y Chris Fehn en
percusión, a cargo de esos tambores que subían y bajaban constantemente en el
escenario, y Jay Weinberg en la batería de doble bombo demoledora. De fondo, en
el escenario se divisaban un demonio con grandes cuernos, un espejo en su boca,
y reiteradas ráfagas de fuego que acompañaban la música durante todo el show y
estimulaban al imparable descontrol que convirtió la noche en una fiesta.
A medida que el show avanzaba
todo era alegría, y de a poco se iba tomando dimensión de que estábamos
presenciando lo que definitivamente fue uno de los mejores recitales del año. Hacía
tiempo que no vivíamos un show con un campo como el de Slipknot de este sábado,
y se notaba en la felicidad de la gente. Fue de esos shows en los que arrancás
en el costado izquierdo, a los 2 segundos estás en el medio, y al siguiente
tema estás 20 metros más atrás porque hay que “abrir, abrir y abrir” las
rondas. Como anécdotas particulares, no voy a olvidar el momento en que quedé con
mi amiga en el medio de dos rondas y nos miramos con ojos que decían “acá
morimos”, pero el instinto nos hizo empezar a saltar de nuevo a cualquier parte.
También, en esos saltos, alguien me agarró del brazo y me dijo “no lo puedo
creer”. Otra chica más que conocí hace años pogueando, y que de la misma forma
nos reencontramos el sábado (por esos pocos segundos, hasta que la marea de
avalanchas nos hizo perder y no vernos más). Y al respecto, en reiteradas
oportunidades Corey, en nombre de la banda, agradeció al público por mantener “el
espíritu del heavy metal vivo”, e hizo mención a la larga espera para haber
vuelto al país.
Siguiendo con la presentación,
hay que hacer un párrafo aparte para los temas del último disco, .5: The Gray
Chapter: The Devil in I en vivo es mucho más poderosa que la versión de
estudio; era quizás una de las canciones a la que menos fe le tenía y la
rompió. AOV, como imaginaba, es una aplanadora, con todos sus matices: esos
momentos de violencia musical extrema mezclados con los pasajes de melancolía. Y
por último, Killpop, la balada que, si bien nos permitió descansar un poco de
tanto agite, tuvo sus pasajes que también fueron acompañados por saltos y
empujones, porque los argentinos somos así: cualquier excusa es buena para
poguear cuando una banda de semejante calibre y furia musical está arriba del
escenario.
Luego de la seguidilla de nuevos
temas, Vermillion terminó con el descanso, y le siguió Wait and Bleed, el que
fuera el primer gran hit de la banda, y uno de los (hasta ese momento) más
festejados del show.
La banda retomó con los temas
aplastantes, acompañada entre canciones por el imparabale "olé, olé, olé,
olé, Slipknot, Slipknot". Corey
aprovechó la oportunidad para que le cantemos todos juntos el Feliz Cumpleaños
a Jim Root (que había cumplido el viernes 44 años), y le dedicó el clásico Before
I Forget.
Después pasó Sulfur, y todo
explotó (aún más) cuando Corey gritó pidiendo que lo ayudemos a cantar, a lo
cual todos sabíamos que era el momento de Duality. Se escuchó a Taylor susurrar
el tibio “I push my fingers into my...”, y el posterior canto que completa esa
intro sonó desde el público tan fuerte como la propia banda. Nos mirábamos
entre todos y la emoción era evidente: gritando a viva voz, saltando de punta a
punta, en uno de los que (en ese momento ya sabíamos que) era uno de los
mejores recitales de nuestras vidas.
Siguieron Disasterpiece, el otro clásico
de los inicios, Spit It Out y con Corey alentando al público a cantar con él,
pegado sonó Custer, el último tema que tocarían del .5: The Gray Chapter.
Tras el encore, arrancó lo que muchos estuvimos esperando tanto tiempo: 742617000027, la intro del álbum homónimo que era un grito de ansiedad que nos hacía saber que finalmente venía (SIC), para desatar la locura que ya no tenía límites. Si hacía frío, en GEBA no nos enteramos porque el lugar realmente ardía como el infierno. People = Shit fue el anteúltimo tema, y tras él empezó el sonido de alarma de Surfacing que nos hacía saber que llegaba el final. Su estribillo protesta “nunca me juzgues”, y la verdad es que, independientemente de los gustos personales, Slipknot demostró, durante casi 2 horas en el escenario, ser una de esas bandas que da uno de los mejores espectáculos musicales y visuales del mundo para ver en vivo: hay que verlos antes de juzgar.
Publicado por Celeste Parrella
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