Se hicieron las nueve de la noche en el Estadio Vélez Sarsfield. La hora había llegado más rápido de lo que pensé, calculé mucha más espera. Hacía calor, el campo estaba casi insoportable por la cantidad de gente pero eso no importaba. Habían pasado The Raven Age y Anthrax para calmar las aguas con inyecciones de heavy metal. El cielo casi no mostraba nubes, era el día perfecto para que Iron Maiden se presentara de nuevo en Buenos Aires. En un viaje al baño del estadio escuché a un chico decir que quería que se largara a llover, no para matar el calor, sino por la supuesta épica que nos deja. Se equivoca, señor. Maiden se subía al escenario hoy. No había lluvia para traer la épica, porque la épica son ellos.
21:15 empezó todo (arrancó tarde, no como en Córdoba que salieron en punto). Por los parlantes del estadio comenzó a sonar "Doctor Doctor" de UFO, canción que usan como apertura antes de salir a tocar. Seguido al tema, en las pantallas del estadio se proyectó un video del Ed Force One varado en medio de la selva, con un Eddie (en su nueva versión) casi impidiendo que el avión despegase, todo esto mientras las cortinas que tapaban la escenografía caían para dar paso a lo que se sintió como uno de los mejores shows de la doncella en nuestro país.
La lista arrancó como la que compone "The Book Of Souls", disco que vinieron a presentar. Con columnas de fuego detrás de la banda, comenzaron la noche con "If Eternity Should Fail" y luego pasaron por "Speed Of Light" (primer single del disco). El comienzo es grandilocuente, nada menos de lo que se espera de Maiden. "The Book Of Souls" es un gran trabajo que vinieron a presentar, pero no por eso acaparó todo el recital. Tras esos dos, previo saludo de Bruce Dickinson, fueron con el primero de los clásicos: "Children Of The Damned", luego de pedir a los presentes que aplaudiéramos a la "killer crew" por lograr traerlos a Argentina luego del accidente del Ed Force One en Chile. El público explotaba, la gente saltaba en prácticamente todo el estadio.
Luego siguieron con "Tears Of A Clown", un homenaje de Steve Harris a Robin Williams, contando quizás el lado más oscuro de la vida del comediante, todo eso que lo llevó a su trágico final. Siguieron con la primera perla de la noche: "The Red And The Black", catorce minutos excelsos de metal. La ejecución de los instrumentos es perfecta, desde la voz de Dickinson hasta la guitarra de Murray. Es increíble que, promediando los 60, suenen como si hace poco hubiesen pasado los 20. El sonido también fue una sorpresa. Maiden tiene historia de dar grandes conciertos con horrible sonido, pero no fue el caso aquí, se podía escucharlos con claridad hasta en el rincón más alejado del escenario.
Terminado "The Red And The Black", el fondo del escenario mostró una foto de Eddie como un soldado británico con la bandera en mano. Era hora de "The Trooper". Por suerte, esta noche sí hizo falta el energúmeno que grita por las Malvinas cuando ve a Dickinson agitando la bandera inglesa vestido de soldado. Tomaron años, pero se entendió lo que algunos venimos diciendo desde hace tiempo: que no está mostrando su bandera, sino un pedazo de historia.
Siguiendo con los clásicos, luego fue el turno de "Powerslave", con Bruce cantando con una máscara de luchador. Con cada tema que pasaba, en el fondo del escenario aparecían distintas imágenes con Eddies ajustados a la temática de cada canción. Dickinson es el verdadero sobreviviente de Maiden, que se mueve de un lado al otro, arenga y te habla como si lo tuvieses en frente, sin importar que seas el espectador más alejado del escenario. Pocos frontmen existen como él, mucho menos que estén tan impecables luego de haber pasado por un cáncer de lengua, lo que a muchos nos aterrorizó porque significaba que seguro no volvería a cantar, pero él fue más fuerte.
Después siguieron con los últimos 2 temas de su último trabajo: "Death Or Glory" y "The Book Of Souls". Esta última nos mostró lo que esperábamos todos: el Eddie gigante, claro está. Toda la canción estuvieron entre Janick y Bruce (que llegó hasta sacarle el corazón y tiraselo al público) jugando con la mejor mascota del rock.
En este punto se acabaron las presentaciones y entramos ya en los clásicos más puros de la banda. "Hallowed By Thy Name" (el mejor tema de Iron Maiden) siguió en la lista. Bruce, vestido de preso con una soga en la mano relató la ejecución del sentenciado. Como dije antes, la épica son ellos. Acá es donde perdí la cabeza, sabía que el tema venía pero no esperaba la emoción. La entrega que tienen los seis a su obra es casi imposible de encontrar y son una banda tan ajustada, de virtuosos que juegan a tocar como si fuesen chicos, pero que lo hacen como dioses.
Ya entrando en el final de la primera parte de la lista, siguen un himno con otro, quizás el más adoptado por el público argentino: "Fear Of The Dark". Todos cantamos hasta la última nota como voces como un coro (bueno, capaz no tanto, no hay nada peor que errarle al tempo en un aplauso multitudinario pero pasa), todo hermanados por el mismo sentimiento. El rock (y más aún el metal) tiene ese sentimiento de familia, de seguridad, donde en medio del campo la gente se cuida y sentís que no te va a pasar nada. En ese momento eramos todos uno solo cantándole a la doncella.
La lista oficial cerró con "Iron Maiden", canción de la primera época de Maiden, la de Paul Di Anno, cuando Nicko, Adrian, Janick y Bruce ni estaban presentes en la memoria del grupo. Una versión demoledora, de lo mejor que he oído en años.
Bruce y compañía saludaron y salieron para preparar los bises. Por suerte no tuvimos mucha espera, sólo lo que tardó poner a un Eddie en la pantalla e inflar un muñeco del demonio. "The Number Of The Beast" fue el primero. De nuevo, una multitud incendiada al ritmo del primer éxito de Maiden.
El segundo bis fue "Blood Brothers", tema raro para un cierre, pero que gracias al discurso de Dickinson tuvo mucho más sentido. "¿Ustedes tienen un equipo de fútbol, no?" empezó el cantante. Ahí preguntó si somos un buen público, que no acepta maltratar a los demás, que cuando nos juntamos a ver un recital somos todos hermanos. Y antes de empezar la canción dijo que estaba feliz, de que él, siendo inglés, pueda venir a la Argentina y que no lo abucheen sólo por haber nacido allá. Por fin crecimos como público.
La noche concluyó con "Wasted Years", con la banda tocando frente a una pantalla con un dibujo de prácticamente todos los Eddies que han existido en una carrera tan vasta como la de Maiden. Un cierre, también raro, pero de alguna forma perfecto para una noche alucinante. La banda se despidió rápido y mientras sonaba "Always Look On The Bright Side Of Light" de los Monty Python, empezó el éxodo hacia la salida del estadio. Todos salimos en una avalancha de gente y se puede sentir el éxtasis del público, en una de esas noches que no se olvidan nunca más.
Publicado por Alan Mealla
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